viernes, 28 de enero de 2011

Argelia y Túnez, y de como estan las cosas. [Periódico Diagonal]

Publicat el 18 gener 2011 per cornella

Situación de Túnez y Argelia, interesantes artículos por Periódico Diagonal.

Argelia: la rebelión de una juventud sin futuro

La revolución tunecina acaba con Ben Ali

CINCO PERSONAS EN PARO HAN TRATADO DE INMOLARSE TRAS UNA SEMANA DE PROTESTAS
Cinco personas fallecidas, 900 presas y 800 heridas es el balance de una semana de protestas que, tras extenderse a 15 provincias, podrían reavivarse.
Óscar Chaves / Redacción
Jueves 20 de enero de 2011. Número 141 Número 142

Disturbios en Argel / Maghrarebia

La belleza de sus edificios coloniales contrasta con la suciedad y el abandono de sus calles. El brillo del Mediterráneo, que lo inunda todo, con su playa contaminada. Bab el Ued (la puerta del río), que, con sus 100.000 habitantes, es el barrio más antiguo y poblado de Argel, bulle de ruido, desorden y juventud. Entre los puestos ambulantes que pueblan sus aceras, grupos de hittistas [sujetamuros, en dialecto argelino], muchachos sin empleo, ven pasar los días, a la espera de una oportunidad que nunca llega. Como sucedió el 5 de octubre de 1988, cuando arrancó en este lugar la revuelta del pan que puso fin al régimen del partido único, dejando tras de sí más de 500 muertos, los parados, junto a vendedores informales, diplomados sin empleo y otros jóvenes precarios, fueron los primeros que se echaron a la calle en la capital el 5 de enero, en el marco de unas protestas que durante una semana recorrieron Argelia de oeste a este. Dos días después de que la revuelta comenzara en Orán, donde miles de estos jóvenes se enfrentaron a las fuerzas del orden con piedras y cócteles molotov, la ola llegó a los barrios populares de Argel.

La subida de un 30% del precio de alimentos básicos, como la harina, el aceite, el azúcar y la mantequilla, ha sido el detonante de una protesta que hunde sus raíces en otros problemas estructurales como la falta de vivienda, un paro endémico que, según el FMI, afecta al 20% de las personas menores de 30 años (el 75% de la población), bajos salarios, carencia de oportunidades, así como la falta de libertades civiles y una corrupción presente en todas las escalas de la función pública. Mientras el kilo de azúcar ha pasado en unos meses de costar 70 dinares (unos 0,70 euros) a 150 dinares (1,50 euros), el salario mínimo se ha mantenido en 130 euros al mes. Esta reducción del poder adquisitivo, que afecta a la gran mayoría de la población, contrasta con la bonanza que vive el sector de los hidrocarburos, pilar de la economía, gracias al aumento de los precios del petróleo de los últimos meses. Conscientes de que las millonarias rentas del gas y el petróleo, que representan el 98% de las exportaciones, quedan reservadas a las camarillas del poder militar y político, la juventud argelina sólo aspira a emigrar, cueste lo que cueste. No en vano, a pesar del aumento de los controles en las costas europeas, la mayor parte de las 484 personas que en 2010 llegaron en patera a Alicante y Murcia, así como muchas de las que arribaron a Andalucía, procedían de Argelia, según datos del Gobierno español. “Visado” es la palabra de moda desde hace años entre los jóvenes argelinos.

Con estos mimbres, en Argelia nadie parece sorprendido de esta nueva ola de protestas, que no hacen sino agudizar un proceso que viene de lejos. Según datos oficiales, el año pasado se produjeron en el país 11.500 actos de protesta, entre disturbios, manifestaciones y otras acciones. Y eso, a pesar de que desde los sucesos de la Primavera Negra cabil, en junio de 2001, las marchas y concentraciones están prohibidas.

En Bab el Ued, auténtico termómetro del descontento social del gigante petrolero, a la cólera por la subida de los precios se sumó el rumor de que la policía tenía previsto desmantelar los puestos de venta callejera en el marco de la nueva cruzada decretada por el Gobierno de Buteflika contra el comercio informal.

Durante dos noches, grupos de jóvenes cortaron las calles con neumáticos en llamas, saquearon comercios y se enfrentaron a pedradas a la policía, un escenario que los días siguientes vivieron otras ciudades del centro y este como Bumerdés, Buira, Annaba, Constantina y las capitales de la de Cabilia, Tizi Uzu y Bejaia. Cinco días de disturbios han dejado un balance de cinco personas muertas, al menos una por disparos de la policía, 800 heridas y 1.300 detenidas. De ellas, 900 siguen todavía en prisión, a la espera de juicio. Se enfrentan a penas de dos años de cárcel por robo y destrucción de bienes. Pocas tienen más de 26 años. Todos los menores han sido puestos en libertad.

En Bad el Ued, los manifestantes destrozaron un concesionario de Renault y atacaron la comisaría del distrito. “Les he tirado todo lo que tenía a mano. Tenía rabia. Necesitamos que el poder nos diga qué espera de nosotros. Cuando queremos marcharnos, nos encarcela. Si vendemos, nos quitan la mercancía. ¿Qué es lo que quieren? ¿Que robemos? ¿Que nos droguemos?”, se pregunta en el diario El Watan Achour, un vendedor ambulante de zapatos que participó en la movilización en Bab el Ued. “Se equivocan si creen que basta con bajar el precio del aceite y del azúcar para solucionar el problema. Queremos nuestra parte del pastel”, sostiene este hombre de 39 años, que, como muchas familias del barrio, comparte un piso de tres habitaciones con 12 de sus hermanos.

Ante las protestas, que incluso obligaron a cancelar los partidos de la liga de fútbol del 7 y 8 de enero, el Gobierno suspendió ciertas tasas que gravaban a los productos alimenticios, con objeto de reducir un 41% sus precios. “Las medidas que ha tomado el Gobierno, como el desmantelamiento de las barreras aduaneras y la bajada del IVA no benefician más que a los privilegiados [los empresarios] en detrimento de los más vulnerables, que representan la inmensa mayoría de la población, que no se reconoce ya en sus supuestos representantes”, sostuvo el 12 de enero un portavoz del Comité de crisis de la Universidad de Bejaia, al término de una manifestación “contra la represión y la pobreza” que reunió a miles de estudiantes, según el tabloide Le Soir. Ante la “falta de alternativas concretas” los universitarios defendieron la autoorganización para “dar continuidad y sentido” a las protestas. Lo cierto es que la intervención del Gobierno ha hecho que los precios bajen ligeramente y, de momento, se frenen las movilizaciones. Pero, a tenor de sucesos como los ocurridos en la última semana, en los que cinco parados se inmolaron en cinco lugares distintos para protestar por su situación desesperada, esto no parece más que un espejismo.
‘Nihilistas’ y ‘ladrones’
‘Nihilistas’, ‘vagos’ y ‘ladrones’. Con estos adjetivos ha calificado el ministro de Interior, Ould Kablia, a los protagonistas de la protesta argelina, lo que da muestra del profundo divorcio entre el poder y la juventud argelina. De manera descoordinada, jóvenes precarios, haciendo uso de las redes sociales y otros espacios en internet, han tomado la calle al margen, no sólo de los partidos políticos, sino también de los sectores islamistas (a pesar de sus intentos de pescar en río revuelto) y de los debilitados movimientos sociales del país. Estos últimos, junto a artistas, sindicalistas críticos y partidos de oposición como el RCD y el FFS, aunque con enorme lentitud, comienzan a reaccionar, defendiendo la extensión de la movilización social, tal y como ha ocurrido en el vecino Túnez.

ALGUNAS CLAVES DEL DESCONTENTO

ALZA DE PRECIOS. En unos meses, debido a la coyuntura internacional pero sobre todo a la especulación interna, el precio de alimentos básicos como el aceite, la harina y el azúcar ha aumentado entre un 30% y un 40%.

PARO ENDÉMICO. El Gobierno argelino sitúa las cifras de paro en el 11,3% de la población, aunque otras fuentes lo elevan hasta el 25%. El 20% de los jóvenes, que representan el 75% de los argelinos, no tiene trabajo.

FALTA DE VIVIENDA. La carencia y el alto precio de la vivienda hace muy difícil la emancipación de los jóvenes. A este problema endémico se ha añadido la decisión del Gobierno de derruir miles de casas ilegales.

FALTA DE LIBERTADES. Desde la primavera negra cabil, en junio de 2001, el Gobierno argelino mantiene el estado de urgencia. Todas las manifestaciones y actos políticos no oficiales en la calle están prohibidos.

CORRUPCIÓN Y DIVORCIO CON EL PODER. Abdelaziz Buteflika, de 73 años, lleva 11 en el poder, tras ganar tres comicios con más del 90% de los votos, entre sospechas de amaño. El fraude y la corrupción son norma.

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La revolución tunecina acaba con Ben Ali

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La revolución tunecina acaba con Ben Ali
Tras la caída del dictador, el pueblo tunecino se organiza para lograr el regreso de la calma a las calles. Mientras, se mantiene la furia popular contra el partido oficialista RCD, seguidor del derrocado Ben Ali.


Túnez, ¿una revolución inesperada?, por Santiago Alba Rico
Argelia: la rebelión de una juventud sin futuro

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Los tunecinos dicen al dictador: “Ben Ali, fuera”

Gladys Martínez López (Redacción)
Jueves 20 de enero de 2011. Número 141 Número 142

Tras 23 años de férrea dictadura los tunecinos echaron al dictador Ben Ali que huyó del país.

En la tarde del 14 de enero, Túnez iniciaba “una nueva era”, en palabras del secretario general de la Liga Árabe. El dictador que durante 23 años había dirigido el país, Zine el-Abidine Ben Ali, había huido en su avión presidencial, derrotado por las fuertes protestas populares que durante un mes habían ido prendiendo a lo largo y ancho de la geografía tunecina y que acabaron por inflamar la capital.

Los militares, cuyo papel, de momento, está siendo el de mantener el orden y que tienen la simpatía de la población por no haber participado en su represión, mantienen el control de los puntos estratégicos, y sigue vigente el estado de excepción, que les permite el control de la seguridad pero que también pone en suspenso ciertas libertades. De momento, sigue habiendo inseguridad en las calles, aunque muchos comercios y el transporte han empezado a funcionar. “Los ciudadanos han formado comités de vigilancia en todos los barrios y ciudades, y se coordinan con el Ejército para hacer frente a las milicias” formadas por policías y esbirros del dictador depuesto, que comenzaron a sembrar el pánico “para crear una situación de caos que justificara el retorno de Ben Ali”, explica a DIAGONAL el abogado Mohamed Jmour. Tras el arresto del Jefe de Seguridad del dictador, Ali Seriati, responsable de estas milicias, y con la autoorganización popular para defender los barrios, se espera la progresiva recuperación de la calma. Mientras tanto, los acontecimientos se suceden vertiginosamente en el plano político, que bulle como nunca se ha visto en este país, ahora presidido de manera interina por Fouad al-Mebaza, anterior presidente del Parlamento.

Al cierre de esta edición, el Gobierno de concentración nacional vivía su primera crisis tras la salida de tres ministros y un secretario de Estado. Los dimisionarios, una independiente y tres miembros de la central sindical UGTT, ocupaban la Secretaría de Estado de Transporte y los Ministerios de Trabajo y Cultura, además de otro sin cartera, y el ministro de Sanidad ha suspendido su participación. Su salida del Gobierno se produjo por la presencia de miembros del oficialista RCD en el Ejecutivo, que ocupan, entre otras, las carteras clave de Exteriores, Interior, Defensa y Finanzas. Además del partido de Ben Ali y de los tres partidos que ya eran legales bajo el antiguo régimen, aunque estaban marginados en la vida política, este primer Gobierno provisional incorporaba a personalidades independientes.

El Gobierno de ‘unidad’

Uno de los aspectos que más indignación han provocado es, precisamente, la presencia del RCD en el Gobierno. Desde la formación del Ejecutivo, miles de personas se han manifestado, desafiando el estado de excepción, contra esta decisión. “Me inquieta la presencia del partido de Ben Ali, que es corrupto y en el que se produce una confusión entre partido y Estado”, se queja Massoud Romdhani, presidente de la Liga Tunecina de Derechos Humanos en Kairaouan, aunque reconoce que en su asociación existen otras posturas. Asimismo, gran parte de la población exige que el RCD, que hasta ahora controlaba todos los ámbitos de la sociedad, sea separado de las instituciones del Estado. Por otro lado, este Gobierno sólo incluía a los partidos de la oposición reconocida por Ben Ali, “que no tienen mucha representatividad y que no han hecho muchas cosas sobre el terreno. Y están ausentes los partidos no reconocidos y los sindicalistas que han hecho la revolución con los parados y los jóvenes”, critica Romdhani.

Una opinión compartida por Hassan Qassar, profesor de Ciencias Sociales en una universidad de Túnez, quien mantiene que “sólo se ha dejado participar a los partidos a los que EE UU ha dado el visto bueno” y que “las poblaciones en las que se inició la revolución no se sienten representadas por ellos”.

Otros ámbitos de la sociedad, críticos o no, pedían dar una oportunidad al nuevo Ejecutivo, que debe encargarse de organizar y convocar elecciones legislativas y presidenciales. El Gobierno ‘de unidad’ había anunciado que sus primeras medidas de urgencia serán legalizar a los partidos no reconocidos bajo Ben Ali, la amnistía general para todos los presos políticos y la libertad total de la información.

Hoy en Túnez, el futuro político está cargado de esperanza, pero también de miedos. “Temo que esta revolución de los pobres sea secuestrada por políticos que van a aprovecharse del sacrificio realizado”, afirma Hassan Qassar. De momento habrá que esperar para ver cómo evoluciona la situación política y cuál es el papel del pueblo tunecino en esta nueva etapa.

En estos días se está discutiendo también la creación de una comisión nacional de reforma política, según informa Mohamed Jmour, quien añade que “la gente exige también que se juzgue al ex presidente y a su familia y que se recuperen los bienes del Estado, y que las comisiones de investigación que se van a establecer para depurar responsabilidades y para investigar la corrupción estén formadas por personas independientes para que su trabajo sea transparente y sus conclusiones convincentes”.

Para lograr un proceso realmente democrático, Romdhani considera necesario, además de las medidas ya anunciadas, “una separación entre el partido de Ben Ali y el Estado, la eliminación de la presencia militar en las calles y, sobre todo, la elaboración de una nueva Constitución, que sea democrática, responda a las aspiraciones del pueblo, dé voz a todos y asegure la laicidad del Estado”. “Hay que luchar para que la revolución no sea robada y para que desemboque en una verdadera democracia y en un desarrollo sostenible para Túnez”, concluye.

“Del lado del pueblo”

En el plano internacional, diversos países occidentales aliados de Ben Ali no han tardado en cambiarse de chaqueta. Es el caso de EE UU y de Francia, Estados con grandes intereses estratégicos y económicos en excelentes relaciones con el dictador. También la UE se ha posicionado del lado del pueblo tunecino a última hora, cuando en los últimos años, a pesar de las constantes denuncias de los defensores de derechos humanos, no ha tenido reparo en negociar con el país un estatuto avanzado que le permitiera consolidar sus intereses comerciales. Pero hay dos actores internacionales que no han reaccionado, al menos públicamente, a la revolución tunecina: el FMI y el Banco Mundial, cuyas políticas de ajuste estructural, liberalización y apertura de mercados, aplicadas desde hace tres décadas a Túnez, al que calificaban como su “mejor alumno” en la región, están también en la base del profundo descontento popular que llevó al pueblo tunecino a levantarse.
El fin de un tirano

El 17 de diciembre, cuando Mohamed Bouazizi, un vendedor ambulante de verduras de 26 años, se prendió fuego ante la prefectura de Sidi Bouzid, una ciudad del interior de Túnez, después de que la policía lo humillara y le requisara la mercancía con la que se ganaba la vida, nadie podía imaginar que este acto de desesperación provocaría una reacción en cadena que acabaría antes de un mes con la huida del dictador que durante 23 años había dirigido el país.

Pero la paciencia de la población había llegado a su límite. Como trasfondo, un profundo descontento latente por el paro endémico que afecta al 30% de los jóvenes, la falta de perspectivas de futuro, las desigualdades económicas y la corrupción de los círculos del poder, pero también por la ausencia de libertades civiles y políticas y de democracia.

Las manifestaciones espontáneas que siguieron al acto desesperado de Bouazizi, y que comenzaron en las zonas más desfavorecidas del interior, fueron creciendo en tono y en reivindicaciones. Y su represión brutal por parte de la policía, que provocó decenas de muertos, además del apagón informativo de los medios del poder, no hizo más que contribuir a la radicalización de las protestas, que tomaron un cariz cada vez más político y se fueron extendiendo gradualmente a las regiones más prósperas de la costa y a la capital.

A las protestas se sumaron cada vez más capas de la población, incluyendo sindicalistas, abogados, artistas y estudiantes. Facebook y Twitter se convirtieron en los medios de difusión de la protesta.

La respuesta de Ben Ali conjugó la represión armada con cambios de Gobierno, algunas ‘concesiones’ y más represión. Destituyó al gobernador de Sidi Bouzid y a los ministros de Información y de Interior, y el 10 de enero, a la vez que calificaba las protestas de “actos terroristas imperdonables perpetrados por bandidos con pasamontañas”, prometió invertir para el desarrollo de las regiones más pobres y crear 300.000 puestos de trabajo en dos años, una afirmación que los tunecinos consideraron una nueva burla.

El día 13, cuando fue consciente de que la situación se le iba de las manos, Ben Ali anunció que no se presentaría a las elecciones en 2014, así como la liberación de todos los detenidos en las movilizaciones, la creación de una “comisión de investigación” de la corrupción, la libertad de la prensa y un “profundo cambio político”, mientras la Policía seguía matando manifestantes. “Es demasiado tarde”, respondieron los tunecinos, que mantuvieron la huelga convocada en Túnez capital.

Centenares de miles de personas se concentraron durante horas ante el Ministerio de Interior al grito de “Ben Ali, vete”. Tras cuatro semanas de revueltas y un centenar de muertos, el dictador abandonó el país.

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