Lun, 11/07/2011 - 14:46 — cultura
Iván Nistal | Redacción cnt
A finales del pasado abril fallecía el escritor argentino a la edad de 99 años. Sensible a los problemas de las clases sociales más humildes, en el siguiente artículo destacamos al Sabato anarquista, ideología que abrazó al comienzo y al final de su vida
“¡Yo soy un anarquista! Un anarquista en el sentido mejor de la palabra. La gente cree que anarquista es el que pone bombas, pero anarquistas han sido los grandes espíritus como, por ejemplo León Tolstoi”.
Sin duda esta declaración póstuma suya nos da la clave del pensamiento libertario en la vida y obra de Ernesto Sabato. No se puede decir que fuera el anarquista clásico, el militante que durante su vida se ve inmerso en numerosas luchas en pro del ideal anarquista.
El anarquismo de Sabato era más bien de carácter humanista, más concretamente, anarcocristiano, de la rama tolstoiana. En dos de sus obras podemos contemplar con mayor claridad su experiencia y relación con los anarquistas argentinos. Ya en su libro “Sobre héroes y tumbas” (1961), una de las novelas claves de la literatura del siglo XX, hace alusión a la lucha de los anarquistas como Severino Di Giovanni y el debate en los círculos libertarios entre los partidarios de la violencia y los que no. En “Antes del fin” (1998), sus memorias, recuerda en varios pasajes sobre su vinculación con el anarquismo:
“De ese tiempo [nota de la redacción: con 16 años cuando comenzó a vincularse con los grupos anarquistas], recuerdo las manifestaciones del Primero de Mayo, una conjunción de protesta y a la vez de profunda tristeza por los mártires de Chicago. Eterno funeral por modestos héroes, obreros que lucharon por ocho horas de trabajo y que luego fueron condenados a muerte: Albert Parsons, Adolf Fischer, George Engel, August Spies y Louis Lingg, el de veintitrés años que se mató haciendo estallar un tubito de fulminato de mercurio en la boca. Los cuatro restantes fueron ahorcados. Posteriormente, la investigación probó que eran inocentes de la bomba arrojada contra la policía. Estos obreros declararon estar orgullosos de su lucha por la justicia social y denunciaron a los jueces y al sistema del cual ellos eran típicos representantes. Hasta el último momento no renegaron de sus convicciones. Muchos años después, el gobernador reconoció la inocencia de estos hombres, y se levantó un monumento, la Tumba de los Mártires.” “También se organizaban entonces marchas por el general Sandino y por los nobles y valientes Sacco y Vanzetti. Las manifestaciones congregaban a unos cien mil obreros y estudiantes, unos bajo la bandera roja de los socialistas, y los anarquistas bajo la bandera rojinegra. En todo el mundo se hicieron protestas en solidaridad por aquellos dos mártires del movimiento, condenados a muerte por un crimen que no cometieron. Al igual que con los obreros de Chicago, los tribunales norteamericanos debieron reconocer su inocencia. Hasta el momento mismo en que fueron salvajemente atados a la silla, declararon su inocencia".
Etapas oscuras
Sin embargo, también hay que repasar las sombras en su pensamiento y actitudes. Una de esas sombras es la distinción que realiza entre anarquistas buenos y malos. Sin duda Sabato toma partido cómodamente por aquellos anarquistas de espíritu pacífico y no duda en demonizar a quien en algún momento toma partido por la violencia. No solamente es eso, sino que también en ocasiones cae en el error de asumir ciertos tópicos y falsos argumentos como es el caso de aquellas ocasiones que se refirió a la FAI española o a la actitud de Severino Di Giovanni. Este último caso provocó un enfrentamiento de por vida con el historiador ácrata Osvaldo Bayer. La polémica vino porque Sabato en un momento de la obra “Sobre héroes y tumbas” acepta la versión policial según la cual Severino se aprovechaba de la lucha anarquista para quedarse con parte del dinero que expropiaban, lo que Osvaldo, gran conocedor de la vida de Severino, rechazó rotundamente y desmontó la teoría. Pero sin duda alguna, la sombra más grande y alargada es la relación que mantuvo con el general genocida Jorge Videla. Pongámonos en contexto: en el año 1974, María Estela Martínez de Perón sustituye a su difunto esposo en la presidencia de la nación. Su gobierno se caracterizaría, entre otros aspectos, por promover la conocida Triple A, una fuerza parapolicial denominada como Alianza Anticomunista Argentina, la cual emprendió acciones de hostigamiento a conocidos militantes de la izquierda, así como la proliferación de secuestros, torturas y asesinatos. Tras una gran convulsión interna, en 1976 se produce el golpe de Estado encabezado por Videla, quien desataría una gran represión en la que más de 30.000 personas desaparecieron.
Para dar una imagen de normalidad al genocidio que se estaba cometiendo en esas fechas fue clave la realización del Mundial de fútbol en 1978, como anteriormente lo había sido el encuentro con la intelectualidad argentina, encuentro en el que participó Sábato a los pocos meses de producirse el ascenso al poder de Videla. Sus declaraciones justificando la dictadura hablan por sí solas:
“El general Videla me dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresiono la amplitud de criterio y la cultura del presidente”.
En 1978 justificaría ese encuentro y las declaraciones en alabanza a Videla de la siguiente forma: "La inmensa mayoría de los argentinos rogaba casi por favor que las Fuerzas Armadas tomaran el poder. Todos nosotros deseábamos que se terminara ese vergonzoso gobierno de mafiosos". "Desgraciadamente ocurrió que el desorden general, el crimen y el desastre económico eran tan grandes que los nuevos mandatarios no alcanzaban ya a superarlos con los medios de un estado de derecho. Porque entre tanto, los crímenes de la extrema izquierda eran respondidos con salvajes atentados de represalia de la extrema derecha. Los extremistas de izquierda habían llevado a cabo los mas infames secuestros y los crímenes monstruosos más repugnantes”. "Sin duda alguna, en los últimos meses, muchas cosas han mejorado en nuestro país: las bandas terroristas han sido puestas en gran parte bajo control".
Nuevamente Sabato demonizaría a los grupos de izquierdas por utilizar la violencia hasta el punto de justifi car las acciones de la Dictadura criminal. De esta forma se ganó el respeto de la Dictadura y pudo vivir y escribir con total normalidad en su país mientras otros como Bayer tuvieron que emprender camino hacia el exilio por ver peligrar su vida y censuradas sus obras como “La Patagonia rebelde”.
Paradojas de la vida, Sabato acabaría presidiendo en 1983 la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP).
Fuente: periodico-cnt-380-julio-2011
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