miércoles, 22 de diciembre de 2010

En el X Congreso de la CNT


Publicat el 20 desembre 2010 per cornella

Los cambios introducidos por el X Congreso tiene el objetivo de preparar a la CNT para, junto a otras fuerzas de la clase, frenar el avance del capitalismo.

Antecedentes

Hay que buscar los orígenes de la CNT actual en los últimos años del régimen franquista y primeros de la reforma política del estado español hacia el actual sistema de monarquía parlamentaria, a mediados de los años 70.

Nace de la confluencia de contingentes de muy diverso origen, social y generacional, unidos entre sí en su mayoría por la admiración hacia la CNT de los años 30 y que buscaban en la reconstrucción de esa organización objetivos diferentes y en muchos casos contrapuestos.

Por un lado afluyeron trabajadores jóvenes provenientes de un movimiento obrero muy activo y radicalizado desde fines de los años 60 que buscaban una herramienta de lucha sindical y, por otro, jóvenes que no estaban interesados en el mundo del trabajo y que se acercaban a CNT a través de la contracultura, de la nostalgia de los “años gloriosos” o de la identificación en abstracto con el antiautoritarismo. En cualquier caso, se echaba en falta en la CNT a la “generación puente” entre quienes recién se iniciaban en la vida social y política y aquellos que habían participado activamente en ella durante los años 30 y ya estaban jubilados o a punto de jubilarse.

Con la perspectiva que da el paso del tiempo, podemos juzgar como ingenua la pretensión de re-crear, de imitar hasta en el nombre, a una organización que se había desarrollado en un sustrato y en un contexto muy determinado, y de tomar como bases de acuerdo comunes entre los participantes en tal iniciativa precisamente la identificación con su legado, que se interpretaba de muy diversos modos (y no faltaron, por supuesto, quienes se veían como guardianes de dicho pasado y excomulgadores en base a él). Eso condujo inevitablemente a disputas totalmente estériles sobre la definición y las características de lo que se quería construir, que tuvieron un efecto paralizante.

Uno de los principales problemas de fondo es que latía una concepción de CNT donde los límites entre las tareas, estructuración y formas de actuación de una organización específica y de una organización popular y de masas se diluían, sumiendo a la organización en una situación esquizofrénica, pretendiendo ser a un mismo tiempo el partido de los anarquistas y el sindicato abierto a todos los trabajadores y consumiendo mediante esta dinámica las fuerzas de la organización, que no llegaba a ser ni lo uno ni lo otro e iba perdiendo afiliación y presencia social a marchas forzadas.

La travesía del desierto

En diciembre de 1979, cuando esa CNT re-creada celebra su primer Congreso, apenas era una sombra de lo que había sido tan solo dos años antes, cuando conseguía agrupar en sus convocatorias a cientos de miles de personas. Fue una avalancha humana que la simple invocación de las siglas históricas fue capaz de aglutinar, pero que para perdurar en el tiempo y consolidarse orgánicamente precisaba de algo más, de unos niveles de acuerdo que, en los años claves de la apertura política en los que todo parecía posible, nunca se alcanzaron.

Los comunistas libertarios, al hacer aguas el instrumento que habían elegido para vincularse a la sociedad, perdían una oportunidad de oro para volver a constituirse en un actor de peso en la realidad española y unían su destino a una CNT que quedaba cada vez más minorizada, aquejada por disputas internas que muchas veces acababan en expulsiones y abandonos individuales o colectivos. No fue la única. Las organizaciones a la izquierda de la izquierda se fragmentaban en pedazos que en los años siguientes lucharían con mayor o menor éxito por encontrar la salida del desierto que había dejado entre el movimiento popular y la izquierda, paradójicamente, la victoria electoral del Partido Socialista en 1982. Excepción hecha de Euskal Herria y de algunos pequeños feudos locales o sectoriales, comenzaba para ellas una larga travesía del desierto jalonada de pequeños logros y de grandes derrotas.

En los años 80 y 90 el reflujo generalizado de las organizaciones sindicales y de la izquierda de intención revolucionaria, llevó a la organización que conservó tras el naufragio el nombre de CNT a cerrar filas y adoptar una actitud conservadora, temerosa de que el más mínimo cambio pudiera conducir a un nuevo quiebre, a más escisiones, a la integración en un sistema que se percibía, con impotencia, como blindado. La mentalidad de resistencia se instaló en el conjunto de la militancia. La CNT, como confederación, salvando casos particulares, fue quedando cada vez más aislada de la realidad social y laboral, en una actitud de marginalidad auto-impuesta, propia de grupos sociales minorizados que ven peligrar su supervivencia por la amenaza exterior y responden refugiándose en un pasado mejor, ahondando sus diferencias con el resto de la sociedad (que se pinta con tonos muy negros, como alienada y prácticamente irrecuperable para un proyecto emancipador) y acentuando sus rasgos dogmáticos: cada vez menos pero más convencidos de estar en posesión de la verdad absoluta y tendiendo a ver enemigos y traidores por todas partes… hasta a los lados.

La sectarización no es más que uno de los rumbos que puede tomar (junto a la huida hacia delante dejando a las masas atrás típica del modo de actuar insurreccionalista o la integración en el sistema de dominación propia de la socialdemocracia) una organización revolucionaria ante una situación parecida, de reflujo tras un fuerte ascenso de masas. Respuestas comprensibles y que hemos visto muchas veces a lo largo de la historia… pero que conducen, más rápida o más lentamente, al suicidio.

Otras respuestas eran posibles y, muy trabajosamente, poco a poco, fueron abriéndose camino para superar la crisis de supervivencia de la CNT.

La CNT del siglo XXI

El nuevo milenio vio aparecer los signos que anunciaban un cambio de tendencia, una lenta mejoría, una voluntad de superación de los fantasmas del pasado, un despegue no exento de altibajos, un irse abriendo camino a tientas, el abandono de certezas y la asunción de riesgos inherente a todo grupo humano que aspira a transformar revolucionariamente la sociedad injusta en la que vive.

¿Qué ha conseguido frenar la dinámica de sectarización que conducía hacia la extinción progresiva de la organización?

Ha sido la inmersión, con humildad pero sin miedo, en multitud de luchas que libra la clase lo que ha dado el empujón a la bola de nieve de la organización, que ha ido creciendo cuantitativa y cualitativamente a medida que lo hace la conflictividad social: tímidamente y sin amenazar, por el momento, la estabilidad del capitalismo y de la monarquía parlamentaria en el Reino de España, pero consiguiendo, solos o junto a otros, que germinen en la clase trabajadora embriones de fuerza social revolucionaria, llegando a donde unos años antes sería impensable, participando y en muchos casos siendo la potencia motora en procesos de lucha que han involucrado a miles y que pasado el momento álgido han dejado un poso, un acumulado, que han pasado al activo de la clase y han marcado una senda.

CNT, como el conjunto de organizaciones con intención revolucionaria, no es por el momento un factor determinante en la vida social y política española, pero aunque sigue siendo, salvo en algunas localidades y sectores muy concretos, una organización muy pequeña o incluso minúscula, su tendencia es a la consolidación y al crecimiento. Pasó la etapa de la resistencia.

En el 2002, cuando celebró su anterior Congreso, la CNT estaba formada en su mayoría por pequeños grupos locales, de 5 a 20 personas, cuya actividad prioritaria era la propaganda anarquista y que apenas tenían incidencia en el mundo del trabajo.

A día de hoy, la situación es diferente. Muchos pequeños grupos locales han crecido en los últimos años hasta convertirse en auténticos sindicatos con capacidad de desarrollar luchas de masas, decenas de jóvenes trabajadores se han incorporado a la lucha de clases a través de la CNT y su presencia en negociaciones de convenios, en huelgas, en movilizaciones sindicales, ha pasado de ser algo anecdótico a convertirse en habitual. El conflicto sindical tipo de CNT ha dejado de ser la reclamación individual de cantidades y cada vez hay más plantillas donde CNT es una fuerza sindical a ser tenida en cuenta. El crecimiento y la acumulación de experiencias ha sido especialmente intenso en el campo de las subcontratas para la administración pública y en los sectores de la Limpieza, las Artes Gráficas, el Transporte, el Comercio, el Forestal y las Nuevas Tecnologías.

No hay que pasarse de optimistas, pero viendo las cosas en perspectiva, la evolución es prometedora. Este Congreso lo ha confirmado.

El X Congreso de la CNT

Lo más sobresaliente de este Congreso no han sido brillantes declaraciones de intenciones ni cambios sustanciales en una línea sindical que sigue fomentando la acción directa y el protagonismo de la clase, sino fundamentalmente la adecuación de las estructuras de la organización a los tiempos difíciles que se avecinan, ante la fuerte ofensiva de las clases dominantes, el desempleo desbocado que está conllevando un mayor disciplinamiento de los trabajadores en activo y la eliminación de las conquistas laborales y sociales conseguidas por los de abajo.

Mejorar la coordinación a nivel estatal y sectorial al tiempo que se aumenta la autonomía y salud financiera de los sindicatos y se consigue una representación más proporcionada de ellos en los órganos de decisión confederales (que dejan de llamarse “nacionales” para el ámbito del estado español), facilitar el establecimiento de alianzas con otras organizaciones sindicales y sociales, abrir nuevas vías para la implantación y consolidación de secciones en las empresas, son algunos de los cambios introducidos por el X Congreso con el objetivo de preparar a la CNT para, junto a otras fuerzas de la clase, frenar el avance del capitalismo al tiempo que se construye una alternativa socialista y libertaria.

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